Chipset y placa base forman un conjunto indisoluble y muy
importante. Se debe tener en cuenta que un buen chipset por sí mismo no implica
que la placa base en conjunto sea de calidad. La placa base hemos de comprarla
mirando y pensando en el futuro, máxime si vamos a realizar posteriormente
ampliaciones.
El
principal impulsor de los chipset en los últimos años ha sido Intel, que además
de dominar en los microprocesadores tiene una importante posición en este
mercado.

Más
tarde llegó el ZX, versión reducida del BX y destinado a placas de bajo coste y
de características recortadas. La gran novedad fue el 810 y las sucesivas
revisiones, con una arquitectura de bus que mejora las prestaciones generales
de la placa, incluyen soporte para discos UDMA-66 e integran vídeo y sonido
dentro del propio chipset y parece haber resultado un fracaso. Más tarde salió
el 820, pero al no ofrecer brillantes prestaciones e integrar la memoria RDRAM
en módulos RIMM han llevado al destierro a este chipset. Por ello VIA, empresa
veterana en la fabricación de placas base, con sus modelos Apollo Pro 133 y
Apollo Pro 133A ha conseguido una gran parte de mercado que antes tenía Intel.
En la actualidad está triunfando con su reciente KX133, chipset para Athlon que
ofrece unas extraordinarias prestaciones.
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